sábado, 21 de febrero de 2015

El mal


         El mal es fruto de nuestra limitada perspectiva de creencia en la dualidad.

         Ante esta perspectiva consideramos como una buena acción aquella que beneficia a la unidad, al Todo indivisible, actuando siendo consciente de la pertenencia al mismo.

         Una mala acción seria aquella que buscase, a través del ego, el beneficio particular, a través de la competencia, descuidando al prójimo, y perjudicándolo consecuentemente. Ello implicaría en realidad estar perjudicando a una parte del todo, por el hecho de tener una percepción limitada de la realidad.

         El mal es por tanto una consecuencia del sentimiento ilusorio de separación, siendo una mala acción aquella que busca el beneficio del ego.

         Los seres de servicio a sí mismos son los que se perciben como seres individuales, separados del resto. Y es esa falta de consciencia de pertenencia al Todo lo que hace que actúen de esa forma.

         Aquellos seres de servicio a los demás son aquellos que tienen consciencia de que todos somos uno, formando parte de lo mismo. Así, entendiendo que los demás son una parte de nosotros, entonces se entiende que decidan actuar en beneficio ajeno, ya que en realidad es beneficio propio al mismo tiempo.

         Pero el mal, siendo una percepción dual, debe ser entendida como parte necesaria. El mal es el bien en potencia. La escala vibratoria va de lo denso a lo sutil, adoptando diferentes estados. El bien y el mal son una misma cosa.

          Los seres de servicio a sí mismos, y de servicio a los demás, evolucionan de igual manera, por caminos distintos, hacia un mismo lugar donde confluyen hacia la unidad.

         Desde nuestro limitado nivel de consciencia nos resulta muy complejo entender que el mal es necesario, pero en el universo todo está en equilibrio, por ello todo debe ser como es.        

         El mal provoca miedo, y es ese sentimiento el que nos permite conectar con nuestros bloqueos internos limitantes, ofreciéndonos una posibilidad de elevar su frecuencia y así poder llegar estados evolutivos más elevados. Por ello, podríamos entender el mal como un acelerador evolutivo.

         Pongamos un ejemplo de lo relativo que es el bien y el mal:

  - El ser humano se alimenta del reino vegetal y animal para obtener energía, no siendo capaz de obtener la misma por otras vías (al menos la necesaria para sobrevivir). Por ello transforma seres vivos de estados evolutivos inferiores en energía. El hombre estaría perjudicando a un aparte del todo, para sobrevivir, pero no se plantea juzgar sus actos.

  - Seres de estados evolutivos mayores se alimentan de energías, emanadas a través de emociones y sentimientos, es decir, de las emociones vertidas por los humanos. Los seres de servicio a sí mismo, se alimentarán de energías más densas, por lo que tratarán de que el hombre genere esas energías; y al mismo tiempo los seres de servicio a los demás ( o seres de servicio a la unidad de la que forman parte) se alimentarán de energías más sutiles, procurando que el ser humano evolucione y escoja una polaridad positiva.

         Entonces, cuál de las anteriores opciones estaría bien o mal, sería al menos, discutible.

         Debemos ser conscientes de algo muy importante, y para ello hay que apartar al ego, y es que cada uno de nosotros, cada parte del todo, llevamos en nuestro interior ambas polaridades, siendo capaces de lo mejor y lo peor. Aquello que no queremos ver, está en la sombra, o en nuestro subconsciente, escondido porque nuestro ego solo permite que veamos aquella parte que se supone que debemos ser. Pero todos somos parte del todo y el todo está en nosotros.

         Por ello, líbrense de juzgar, ya que están juzgando a su sombra, a aquella parte que está escondida, tanto, que ni siquiera sabemos que existe en nosotros. Que no la vean, o no la perciban, no significa que no esté ahí.

         Y recordad que cuando nos hacemos conscientes de que formamos parte de algo tan grande, de que somos Uno con el Todo, entonces entendemos que dar es recibir al mismo tiempo y que el amor al prójimo es el amor a uno mismo.

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